Nestor Alí Quiñonez, hijo de una familia humilde y conservadora, creció en Santa Cruz de Mora un pueblo aledaño a Tovar, en el estado Mérida. Decide ser pintor tras ver la película La agonía y el éxtasis sobre la vida de Miguel Ángel Buonarroti, estando niño. Desde entonces empieza a indagar sobre la pintura copiando reproducciones de Rembrandt, Miguel Ángel y Velázquez. Actividad que no abandonaría a lo largo de su carrera. Junto con artistas como Martín Morales, Jesús Guerrero y Gilberto Pérez fundan un círculo de las artes en el que trabajarían conjuntamente desarrollando sus propios lenguajes y propuestas.
Su obra se mueve en dos ejes principales, aun cuando podría ser divisible en múltiples etapas, el autorretrato y la apropiación. La primera etapa, registrada, de su obra es cubista con fuertes influencias del sincretismo latinoamericano especialmente de Wilfredo Lam y Rufino Tamayo1 que luego decantaría en figuras alargadas envueltas en velos negros en las que solo es visible el rostro de los personajes, con fondos de herencia cubista 2 simulando habitaciones vacías.
En una segunda etapa Quiñones se inserta en escenas de la tradición pictórica occidental como en "Solo Judith", donde se retrata cual Holofernes y a una mujer desconocida como Judith, o en "Hefesto en taller" donde cuestiona el papel del artista y su situación al momento de crear insertándose como el dios herrero. Esta línea de trabajos está construida con una paleta análoga, destacando el uso de collage y espátula para configurar la imagen. Es también en la que aparece un interés en lograr exometrías o estereostocopias, de encuadre cinematográfico en las que la imagen se expande fuera del lienzo.
Siguiendo con las apropiaciones inicia una tercera etapa en se apodera de personajes de series animadas y cómics como Mafalda, Pedro Picapiedra, Popeye o El oso Yogui.
En una cuarta etapa, en la que sigue trabajando, pinta niños con varas en sus manos en las que la figura apenas se insinúa sobre un fondo, generalmente paisajístico. |